Tomar una cerveza con amigos parece una buena idea después de un día entero de trabajo. Relajarse y sentirse más cómodo hablando son las principales razones por las que tanta gente recurre a una cerveza en la hora feliz. Pero, ¿cuándo este comportamiento cruza la línea y comienza a interrumpir nuestra rutina, bienestar y relaciones? La clave para lidiar con las bebidas alcohólicas es comprender sus efectos y buscar el equilibrio.
El alcohol tiene consecuencias a corto y largo plazo. Como adultos, necesitamos comprender qué son para poder tomar decisiones más conscientes. En los primeros sorbos, la bebida cae al estómago y pasa al torrente sanguíneo. A medida que pasa por el hígado, comienza a metabolizarse, un proceso natural del cuerpo para deshacerse de las sustancias que lo atacan. El alcohol pasa por el hígado varias veces hasta que se elimina. Por ahora, nuestros cuerpos son capaces de metabolizar una copa de vino o una lata de cerveza, por ejemplo. Cuando se excede esta cantidad, el alcohol circula más por el cuerpo y tarda más en neutralizarse.
¿El resultado de todo esto? Esa resaca que conoces: dolor de cabeza, malestar general y deshidratación. Pensando en el futuro, aquellos que beben mucho a lo largo de los años tienen más probabilidades de desarrollar problemas digestivos, granos, hinchazón en la cara, trastornos del sueño, pérdida de memoria, disminución de la fertilidad y depresión. El alcohol también aumenta las posibilidades de desarrollar problemas cardíacos y cáncer.
Pero, ¿en qué momento «beber socialmente» pasa de moda y se convierte en una enfermedad? El bebedor ocasional puede pasar días sin beber alcohol. Además, no depende de la bebida para divertirse. Para las personas que tienden a ser dependientes del alcohol, las fuentes de placer se reducen hasta el punto de reducirse al alcohol. Las situaciones donde no hay bebida pierden gracia. Dejan de ir a determinados lugares y eligen solo otros donde encontrarán un vaso de bebida.
Otra consecuencia grave es combinar el alcohol y la conducción. Cuando bebemos, la tendencia es siempre pensar que estamos bien y que somos capaces de conducir. La verdad es que el alcohol afecta las funciones cerebrales incluso cuando tomamos algunas dosis. Los reflejos y la capacidad de tomar decisiones rápidas están demasiado comprometidos. Lo mejor es hacer autostop a casa y ni siquiera ir al lugar en auto, para no caer en la tentación de “está cerca, estoy bien” al atardecer.
¿Qué pasa con el cigarrillo? ¿Está bien fumar solo durante la juventud?
Al igual que el alcohol, fumar tiene consecuencias a corto y largo plazo. El primer síntoma del tabaco es la dificultad para respirar. Esto se debe a que los bronquios, tubos que llevan el aire a los pulmones, se cierran para protegerse del hollín que ponemos en su interior, por eso nos cansamos de subir una simple escalera del metro. Otro efecto es la dependencia química, que provoca síntomas de abstinencia. En poco tiempo sin fumar, la ansiedad y el nerviosismo aparecen con mucha fuerza. A medio y largo plazo, el tabaquismo puede provocar, entre otros problemas, varios tipos de cáncer, cardiopatía coronaria, impotencia sexual, trombosis y menopausia precoz. En Brasil, 157.000 personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con los cigarrillos.
Tanto el alcoholismo como el tabaquismo tienen tratamientos que deben realizarse con el apoyo de los profesionales de la salud. Algunas unidades de salud del SUS ofrecen seguimiento a los fumadores que desean dejar de fumar. Esto también es cierto para quienes enfrentan problemas con el alcohol.